84 Gala de entrega de premios Oscar, se dice pronto, más bien tarde por los excesos de horario que un europeo tiene que padecer para verla, a este otro lado del Atlántico. Salvo que seas de los que consigue mantenerse sin información hasta la reposición resumida del día siguiente, evitando televisión, radio y periódico durante una larga jornada para que no te chafen la diversión de ir apostando por los premios que se van concediendo.
Y tantos años de evento, siempre glamouroso, emocionante y ameno ( hasta ha conseguido al final que termine también siéndolo la de los Goya, a base de empatía o por simple imitación, supongo) para que casi un siglo después la ganadora sea una película muda, en blanco y negro y musical, al modo de los films de los últimos años veinte, con los inicios del sonoro, cuando la Academia de Hollywood descubrió esta forma de revitalizar su cine por medio de una ceremonia de premios que casualmente al parecer llamó Oscars. Es para pensar que todo se inventó ya en este arte de mostrar historias por medio de una cámara, como ha ocurrido con las grandes artes plásticas, la pintura y la escultura, que parecen agotadas, decadentes como todos los imperios.¿Ha agotado ya el cine todos los recursos, todos los formatos, todos los estilos?
La película francesa The artist es el gran descubrimiento de la temporada, pero realmente a nosotros, los espectadores de principio del siglo XXI lo que nos gusta - además de necesitar todo tipo de revivals para reencontrarnos con todo y así no perder nada- es el reflejo de los años veinte en nuestra actualidad. Si, aquellos que terminaron en una crisis que asoló el planeta por exceso de consumo descontrolado y que más tarde, con un mundo urgiendo dictaduras dramaticamente en todos los países, desembocó en la II Guerra Mundial. Si, esos años de desenfreno, baile, locura, divorcios, liberación -especialmente la de la mujer, que fuma, trabaja y es fatal-, moda, vanguardias, estrellas de cine, fiestas, vicio, y ocio sin fin. En eso hemos evolucionado poco, tan poco que The artist nos muestra aquellos años sin necesidad de palabras y el público disfruta entre su magnifica puesta en escena, su música, vestuario y fotografía de oscar, envuelto en el glamour de aquellos años que quizás dentro de 80 años vuelva para cerrar una trilogía de ciclos históricos. Sin palabras para engullir esas imágenes a las que queremos pertenecer y meternos dentro de ellas también, para que nos entre despacio es viejo mundo igual al nuestro. Es una película llena de virtudes, sobresaliente, cargada de positividad, de energía, entretenida y lúcida como pocas, inmejorable. Y claro, ganó.
Pero para nada podemos pensar en decadencia del cine con las películas que han estado nominadas. Como siempre que hay crisis, se agudizan los ingenios y aparecen obras maestras. Lo son además de la vencedora La invención de Hugo, Los descendientes, Caballo de batalla y Midnight in Paris. Y magnificas películas también Criadas y Señoras, Moneyball, Millenium, Mi semana con Marilyn, Un Dios salvaje o El arbol de la vida. La cosecha de este año resulta excelente, variopinta y sorprendente. Muchas de las citadas parecen especialmente diseñadas para estos premios de cabeza calva, además de complacientes y en exceso bienintencionadas, dejan al cine como el medio más entretenido de autoayuda, donde uno se identifica para justificar sus actos e insatisfacciones de la vida real.
Pero detrás de estas películas hay calidad, seducción, magia y lenguaje visual inteligente, que son las premisas básicas del buen cine según el nuevamente alabado en la gala, San Billy Wilder, que a este paso pronto canonizará la Academia. Estos academicos, por burguesones o liberales que resulten, terminan premiando siempre la calidad, el saber hacer, y eso resulta una verdad como un puñetazo cuando ves la mayoría de las películas libre de prejuicios panfletarios. El premio a la mejor película de habla no inglesa, la iraní Nader y Sinim, una separación, es una buena muestra de ello. También lo es que una película francesa y muda gane los oscar principales. Y que hace dos años la superproducción Avatar tuviera que doblar la rodilla ante la creativa e indie En tierra hostil, simplemente porque era mejor. Si que podría pedirse a estos premios un poco más de compromiso y crítica social, porque si es Criadas y Señoras el referente para la reflexión ante la desigualdad, vamos apañados. Pero en estos momentos de drama diario el espectador lo que precisa es evasión, lo cual no necesariamente implica falta de calidad. Eso es tan torpe, pacato y defensivo como pensar que una rubia no es inteligente. Ir al cine y salir de nosotros mismos, proyectarnos de algún modo en lo que ocurre, o viceversa, es el nervio motor de esta industria. En el cine todo vale -esa es su grandeza- , salvo aburrir, volviendo a citar al señor Wilder.
Buenas películas, buena ceremonia, que más se puede pedir en estos días de lucha. Y dan ganas de ir al cine, que eso es lo importante.