Volvió un
año más la Seminci, como referente otoñal de la cultura en Castilla y Leon y
como el principal acontecimiento cinematográfico de esa temporada en nuestro
pais, con sus
nada
menos que 56 años de edad, sin que de momento haya precisado más cirugía
estética que la que le da su nuevo director, Javier Angulo,auténtico relaciones
públicas del séptimo arte.
Nació
como festival de cine de valores, moral y católico en 1955, y evolucionó hasta
hacerse el más importante festival español de cine de autor y de temática
social.
Un festival que reivindica el cine
de calidad y que ha abierto las puertas a las pantallas de nuestra cartelera
escuálida -a efectos de lo del cine, claro- a autores de la talla de Ingman
Bermann, Abbas Kiarostami, Robert
Guédeguian,
Mike Leigh o Ken Loach. Y eso es mucho aval para un certamen cinematográfico.
Esta
edición contaba en la Sección Oficial con verdaderos pesos pesados, viejos
conocidos como el citado Guédeguian, Mika Kaurismaki, Zhang Yimou, Nani Moretti
y los hermanos Dardenne.
Pero el
vencedor fue el belga Geoffrey Enthoven, con su singular mirada al mundo de los
discapacitados con ganas de superarlo todo en "Hasta la vista", que
se alzó con la Espiga de Oro, contra todo
pronóstico,
como suele suceder.
Aquí ser favorito es un serio problema.
Pero
muchos de los fieles seguidores de la Seminci saben que lo más atractivo y
esperado del festival son sus ciclos. Este año se rendía homenaje al cine sueco
de la primera década del Siglo XXI y la
selección de películas proyectadas ha mostrado la calidad de los nuevos
relizadores de este país, y especialmente la de las directoras, pues más de la
mitad de los films - y probablemente los más
interesantes- llevaban firma femenina. Muy destacable ha sido el apartado que
el certamen destina al cine clásico, que ha girado en torno a la generación
literaria española de los
años sesenta, con el sugerente título "Realismos contra la realidad",
exhibiendo títulos de adaptaciones de excelentes novelas como 'Tiempo de
silencio', de Luis Martin Santos, llevada al cine por un Vicente Aranda en sus mejores
años, "Nuevas amistades" , de Juan Garcia Hortelano, "El
Jarama" de Rafael Sánchez Ferlosio, "Los Tarantos" y "Los
golfos", ambas llevadas al cine con maestría por un jovencísimo Mario
Camus.
Cine y literatura influyéndose y alimentandose en una simbiosis que
refleja, vista hoy, tanto la España que aquellas novelas mostraban con crudeza
-evitando con juegos malabares la acción corrosiva de la censura- como la forma
de hacer cine de unos directores que salían de la recién creada Escuela de
Cinematografía española, que diera quizás la mejor generación de nuestro cine,
con talentos inolvidables como Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem o Juan
Antonio Nieves Conde.
Además de
la sección de cortometrajes, que acercó excelentes muestras de los cinco continentes,
que pueden solamente disfrutarse en este tipo de festivales, en la Seminci es
un verdadero plato fuerte la
sección Tiempo de Historia, en la que se proyecta una selección de los mejores
documentales del año, convirtiéndose en una auténtica lección de actualidad
internacional por medio del cine, y en algunos casos, la reflexión en imágenes
sobre temas injustamente olvidados.
Es un género en progresión, y quizás este
Festival sea la puerta principal que ha conseguido que los documentales sean degustados
en pantalla grande. Ocurre con la ficción, no tiene absolutamente nada que ver con la
proyección en televisión o en dvd. Se llevó la espiga "Canciones para la
libertad", película sobre la música protesta en la
población aborigen australiana, que tal vez se pueda ver, con suerte, en algún
Cine Club o alguna sala de cine alternativo de Madrid o Barcelona.
Como
eventos especiales, destacó la clase abierta ofrecida por el extraordinario
Fernando León de Aranoa en el aula Mergelina de la Universidad de Valladolid, o
la mesa redonda con el tema de "La crítica de cine
en el siglo XXI" en la que intervinieron critcos y ensayistas
cinematográficos de la calidad de Fernando Herrero ( Norte de Castilla), Otis
Rodriguez Marchante ( ABC ), Javier Ocaña ( El País ) o Carlos Heredero (
Cahiers du Cinèma España), que ofrecieron un interesante debate para muchos de
los aspirantes a críticos de cine que llenaban el Salon de los Espejos del
Teatro
Calderon
de Valladolid, abierto al público en general para estos eventos, lo cual
también es una virtud de este festival.
En
definitiva, para los que les guste el cine de verdad, para los que lo saboreen
con vicio y en profundidad y aún no conocen la Seminci, deben plantearse
seriamente dar una oportunidad a esta semana de cine internacional,
si quieren saber que hay de bueno y nuevo en el panorama cinematografico de
otras latitudes, más allá de lo que nos ofrece el mercado, tan simple como
suele ser en su oferta.
Es un tesoro que tenemos en Castilla y León -comunidad
no muy sobrada de eventos culturales de magnitud- y como tal debemos cuidarlo,
protegerlo y defenderlo de cualquier riesgo de extinción por falta de
presupuesto o estrechez de miras o perspectiva histórica.
Además, la Ministra de
Cultura ha considerado prioritario mantener la Seminci en su encuentro con el
alcalde León de la Riva, en el que dieron por cerrado su conflicto en torno a
las virtudes de Leire Pajin. No debería ser un estoicismo que el certamen
cumpla sus cien añitos, no falta casi nada.
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